Hasta ahora he opinado a través de fotos de otros, opiniones de otros, artículos de otros, pero nunca había explicado porque estoy a favor de la Unión Civil e incluso del matrimonio entre personas del mismo sexo y en contra de cualquier tipo de discriminación contra los gays, lesbianas, bisexuales, transexuales o contra cualquier ser humano para empezar. Pero había ciertas cosas que tenía que sacarme del pecho y aprovecho esta circunstancia para hacerlo. Para llegar a esta posición he pasado por un proceso largo y diría que hasta radical a lo largo de mi vida. No siempre tuve esta opinión, ni siquiera este sentimiento. Si bien mis padres siempre fueron personas tolerantes, la verdad que lo normal en esas épocas era ser homofóbico y el término maricón o machona era utilizado sin ningún remordimiento.
Soy culpable de hacer bullying contra niños y jóvenes amanerados en el colegio, algunos de los cuáles valientemente salieron del closet hace mucho tiempo, otros que aún no lo hacen y otros que probablemente ni siquiera son homosexuales. Crecí en esa sociedad machista y cerrada que no hubiera aceptado jamás lo que hoy se está planteando. Tengo que reconocer además que mi Yo de 20 años era bastante más conservador y menos tolerante que mi Yo de hoy y que si me planteaban el tema de la unión civil en ese momento mi respuesta hubiera sido radicalmente en contra. Tengo que confesar que ofendí y herí a personas y no me siento orgulloso de ello.
¿Qué me pasó en el camino? En primer lugar, creo que en mis últimos años de colegio y en la universidad empecé a conocer gente con ánimos más liberales que yo, empecé a discutir y aprender de ellos y de algunos profesores el estar abiertos a otras opiniones y otros puntos de vista. No cambié de la noche a la mañana, pero por lo menos mi mente empezaba a abrirse. La primera vez que conocí directamente los reclamos de grupos homsexuales y sus derechos fue cuando al llegar a la maestría vi con asombro que así como había el Club de Europeos, el Club Latinoamericano, el Club de Fútbol, el Club de Afroamericanos, el Club de Malabaristas había el Club de Gays en el cual estos se juntaban y asociaban como cualquier otro grupo racial o de interés. Por primera vez miraba como había un grupo que se reconocía abiertamente homosexual sin vergüenza y sin esconderlo, lo cual empezó a generar por lo menos una curiosidad acerca de una realidad que yo había despreciado hasta ese momento, aunque tengo que reconocer que también habían rezagos de burla de algunos de los estudiantes heterosexuales. Pero no fue hasta que conocí a Ken, en uno de los proyectos de consultoría que hice en México una vez que me gradué de la maestría. El era un consultor unos años mayores que el promedio del grupo, muy capaz en su área y abiertamente homosexual. No lo escondía para nada y hasta hacía comentarios acerca de lo guapo que eran algunos hombres. Llevaba un aro de matrimonio y tenía fotos de su esposo. No se había casado en forma legal porque en esa época el matrimonio homosexual no era reconocido ni en Estados Unidos, pero lo habían hecho de forma simbólica rodeado de amigos. Eso para mi fue uno de los momentos que más me abrió los ojos. Me quitó muchos de los prejuicios y estigmas que tenía en mi mente. A partir de ese momento y con la experiencia de vivir seis años en el extranjero me di cuenta de muchas cosas, aprendí leí y acepté.
En ese proceso, el primer momento fue de tolerancia y aceptación. Luego de eso ya vino el convencimiento de principio que eso es normal, que he estado equivocado y que la lucha por los derechos que tienen las personas homosexuales en el mundo es justa y debe ser apoyada. Creo que el momento más definitorio que tuve fue cuando me encontré con una persona muy cercana y muy querida para mi (no lo puedo identificar porque no tengo su permiso), al cual no había visto desde que había reconocido su homosexualidad. No solo me encontré con esa persona, sino que también preguntó si podía llevar a su pareja. Preguntó porque tenía esta imagen machista/no tolerante mía. Eso me removió tremendamente, porque yo quiero con toda mi alma a esa persona independientemente de como vive esa parte de su vida. Al final nos encontramos los tres y el abrazo que recibí fue intenso y de mucho agradecimiento y sentí que se le estaba quitando un peso de encima. Un peso que yo y personas como yo le estábamos imponiendo. Fue en ese momento que confirmé decididamente que yo no tenía ningún derecho a decirle a nadie como llevar su vida, ni de restringirles sus derechos. No más pesos para nadie.
Ayer el Congreso y gran parte de la ciudadanía peruana le ha negado la Unión Civil y todo lo que eso implica a la comunidad LGTB. NO TIENEN NINGÚN DERECHO A HACERLO. Como yo no tenía el derecho de hacerlo con nadie tampoco. Yo cambié, como estoy seguro cambiaron muchos de mi generación, algunos más que otros. Estoy seguro que las generaciones futuras serán mucho más abiertas, pero mientras tanto, creo que si hay que luchar para que esto suceda lo antes posible. Para que la sociedad vaya cambiando profundamente, para transmitirle a los políticos que esos derechos no se negocian, para pertenecer a una sociedad mucho más humana. Yo cambié, el Perú debe y tiene que cambiar, YA.