viernes, 19 de junio de 2015

"Sobre la caída del sol, las hijas y la paternidad en distintas etapas"

Caída del sol
A comienzos del verano compartí uno de esos momentos de los que te vas a acordar toda tu vida.  Estaba con mi padre en la playa y el sol empezó a ocultarse mientras estábamos conversando en la terraza.  Fue una puesta de sol maravillosa porque no había nubes para ocultar el momento preciso en que esto ocurría.  Mientras la naturaleza nos daba ese regalo de manera natural me eché en los brazos de mi papá como lo hacía desde que era niño.  Esos brazos fuertes y cariñosos que me han sostenido en los momentos más complicados de mi vida y han celebrado conmigo en los momentos más alegres. Esos brazos que hasta hoy me hacen sentir más seguro.  Unos minutos después una de mis hijas hizo lo mismo y se echó sobre mi y los tres mirábamos la escena conversando tranquilamente.   Mis otras dos hijas rondaban por ahi y mi padre tuvo palabras de elogio con respecto a mi como padre que me emocionaron mucho.



Hijas, mujeres todas
Nunca me imaginé que todas mis hijas iban a ser mujeres.  Siempre imaginé que iba a haber por lo menos uno que fuera mi compañero, al cual iba a llevar a sus partidos de fútbol y que me iba a acompañar al estadio y al frente de mi televisor mientras yo devoraba miles de partidos.  Lo que es cierto es que cuando recibí la noticia del sexo de cada una de mis hijas siempre se me dibujó una sonrisa en la cara.  Al final me ha tocado ballet, marinera y estoy seguro que alguna deportista iré a apoyar en algún momento y en una de esas alguna de ellas será la compañera futbolística que imaginé.  En lo que si estoy empecinado es en criar mujeres fuertes.  En un mundo donde los hombres lamentablemente dominamos la escena y donde hay mucho abuso físico y psicológico hacia las mujeres es crucial que ellas sepan cual es su lugar y como luchar por lo que les corresponde, además de poder defenderse porque Papá lamentablemente no va a estar ahi toda la vida.  Por eso, más que mis princesas son mis campeonas e insisto con ellas que no hay nada que los hombres hagan que ellas no puedan lograr también.  Eso sí, cuando vienen las tres corriendo a darme besos y abrazos en la puerta al llegar a mi casa agradezco que las tres sean mujeres, aunque después no entienda bien sus discusiones.

Etapas distintas
Por circunstancias de la vida hoy tengo tres hijas en etapas completamente diferentes.  Cada una necesita, por lo tanto, espacios y atención distintas.   Cada una de las vivencias es realmente genial y fascinante.  Tengo que decir que las tres me encantan y poder vivirlas al mismo tiempo me llena de energía y felicidad aunque requiere de un alto grado de paciencia.

Antonia (1) no solo camina, sino corre cada vez más rápido, cada vez con mayor seguridad y alegría descubriendo su nueva independencia y lo que puede lograr con ello.  Desde el verano ha aprendido a hablar y si al comienzo eran palabras sueltas hoy logra decir tres palabras juntas y bien conjugadas, lo cual me parece una proceso maravilloso de observar. Ivana (6) mientras tanto está aprendiendo a leer y escribir, reconociendo en este nuevo código las posibilidades de aprender para alimentar su inmensa curiosidad intelectual.  Ya ha iniciado incluso un blog para cuidar el planeta y eso nos ha dado una actividad para compartir tiempo y aficiones comunes que alimentan nuestra relación.  Alejandra (13) está aprendiendo acerca de  de las relaciones humanas y lo que significa ser adulto, además de temas académicos cada vez más complejos. Tiene un aire creativo que ocasiona que aprenda mucho produciendo presentaciones y descubriendo las cosas por si misma, que leyendo el libro de texto.  A ella le encanta contarme sobre sus temas, sus conversaciones y las complejas relaciones adolescentes que suceden en el colegio.

Acompañarlas en ese proceso de aprendizaje y crecimiento es fascinante.  No creo que uno tenga la capacidad de enseñar mucho, pero si de guiar el aprendizaje, acompañar cuando surgen dudas y sobre todo ayudar con instrumentos para que ellas puedan ir encontrando las respuestas solas.  No hay nada más emocionante que ver a una niña o joven asombrarse y alegrarse cuando se da cuenta que ha aprendido algo nuevo y cuando puede hacer cosas por si misma.  Esa es la mayor de las recompensas, esa y los besos y abrazos, por supuesto.